La
luz llega, cuando menos se espera,
no
es cuestión de desearla, sino ganarla.
Subir
los escalones despaciosamente,
dejando
el polvo acumulado en cada uno de ellos.
Subir
con esfuerzo, pero con firmeza,
no
retroceder aunque las piedras sangren los pies.
¿Qué
dice tu espíritu? ¿lo oyes?
Todo
esta planificado, para que aprender
obtenga
satisfacción.
¿Qué
seria un terreno llano?
¿un
día sin luz, ni sombras?
seria
la nada.
Y
al final de la escalera, ÉL,
el
maestro, tiende sus manos,
cura
nuestras heridas,
nosotros
nos avergonzamos
de
no llegar limpios
pero
en su bondad, no nos rechaza,
nos
envuelve con su afecto,
y
allí olvidamos las piedras
el
camino,
la
noche,
la
oscuridad
las
heridas.
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